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La perplejidad del comandante Alfonso González Romero estaba más que justificada.
No todos los días –o mejor dicho, no todas las noches- se encuentra uno con un espectáculo como aquel.
En septiembre de 1976 –unos once años después del encuentro con el ovni en las proximidades del aeropuerto de Sevilla-, este mismo comandante de Iberia regresaba desde Francfort a Madrid, vía Barcelona, al mando de un DC-9 de carga. Iba con él, como segundo piloto, uno de los alumnos de la escuela de Barajas.
“Hacia las cuatro o cuatro y media de la madrugada –prosiguió Alfonso- sobrevolaba Cataluña. Y establecí contacto con control Barcelona. En eso, un compañero mío, el comandante Carlos Gómez González, que cruzaba los Pirineos con rumbo a París, me llamó y me preguntó si veía una luz fortísima detrás de mi aparato. Le dije que no. Pero Carlos Gómez, que es comandante inspector y que volaba también un aparato de la Escuela de Pilotos, volvió a avisarme y me sugirió que diera un viraje, a ver si la veía. Y así lo hice. Giré 180 grados y me encontré con lo más extraño que haya visto en mi vida.
Allí, frente al avión, había un rayo de luz muy fuerte que parecía proceder de lo más alto del firmamento. ¡Y aquel cono de luz llegaba hasta la tierra!
No pudimos ver el origen del rayo de luz. Era como si un gigantesco foco estuviera iluminando parte del suelo. Pero estaba tan alto que resultaba imposible detectarlo. Lo único que puedo decir es que estaba a una altura tremenda.
Iluminaba un amplio círculo, algo al norte de Reus. Yo marchaba en aquel momento sobre Maella, es decir, a mitad del camino, y podía verlo perfectamente.
Yo volaba a unos 30.000 pies. Y el haz de luz nacía mucho más arriba. Lo impresionante es que mi compañero, el comandante Gómez González, lo estaba viendo desde el Pirineo, a unas 200 millas de distancia ¿Imagina usted la altura y el brillo de aquel rayo?
Me aproximé y le di dos vueltas y comprobé que el cono de luz, efectivamente, se ensanchaba conforme descendía. Una vez en tierra, aquel círculo blanco podía sumar otras 30 o 40 millas de diámetro. ¡Era muy grande!
Me llamó la atención la luz, que era de un blanco intensísimo; la propia altura del haz; el no ver el origen…,¡todo!
El gran foco se encontraba iluminando parte de la costa y del mediterráneo.
Aprecié una inclinación de unos 45 grados. Lo que motivaba aquella luz estaba, sin duda, sobre el mar. No se movió, al menos, durante casi la media hora que estuve viéndolo. Si, Ése fue el tiempo que empleamos en llegar a Madrid y aterrizar en Barajas. Porque, lo increíble fue que, cuando estábamos a punto de tomar tierra, aun seguíamos viendo el haz de luz por nuestra derecha”.
Era plena madrugada, así que hubo que descartar cualquier tipo de reflexión solar. La luz, además, formaba un cono perfecto, iluminando un círculo concretísimo de la costa mediterránea. Y el fenómeno, para colmo, fue observado por espacio de media hora. Una observación en la que participaron dos aviones separados entre sí casi 400 kilómetros.
¿Cuál podría ser la causa para ese haz de luz? A juzgar por las explicaciones de los testigos, el cono luminoso era de una formidable potencia. Y esa intensidad lumínica permanecía constante. No se registró fluctuaciones ni cambios aparentes en el chorro de luz.
Este hecho, unido a la propia perfección del círculo que iluminaba el mar y parte de la costa española, confiere al fenómeno un origen artificial y provocado.
Quizá por un objeto o nave que se encontrase en esos momentos a una considerable altura y totalmente estática. De lo contrario –y dado el considerable nivel a que debía estar situado- , la menor oscilación hubiera provocado quizá una evidente traslación del rayo luminoso, así como del gran círculo proyectado sobre el suelo. Y nada de esto ocurrió, según el testimonio del comandante.
Es obvio que solo una mente inteligente, y con un nivel tecnológico muy superior al nuestro, podría lanzar desde decenas o cientos de kilómetros de altura -¿quién sabe?- un foco como aquel y, sobre todo, congelarlo sin el menor movimiento, durante, al menos, media hora.
Esta circunstancia elimina una posible explicación basada en un avión, helicóptero o satélite artificial. Tanto el primero como el último se desplazan constantemente. En cuanto a la hipótesis de un helicóptero, no existe un solo modelo entre los actuales aparatos que pueda subir hasta los niveles sugeridos por el piloto del DC-9. A este hecho hay que añadir un factor igualmente esclarecedor: ¿Qué dimensiones y potencia debería reunir un foco para –desde una altura de cientos de kilómetros- iluminar un círculo de 30, 40 o 50 millas de diámetro?
Sin embargo, hay casos en los que los testigos afirman haber observado como desde el ovni partía un potentísimo haz de luz que permanecía fijo sobre el terreno, sobre una casa o sobre un automóvil, e incluso, barría el suelo alcanzando considerables distancias.
Pero, ¿para qué tanta iluminación sobre la costa hispana? El problema aquí se vuelve mucho más oscuro. Aceptando la posibilidad de una nave tripulada inteligentemente, que fuera la responsable de ese cono de luz, una de las hipótesis más seguras es la de la investigación. Por alguna razón a esos seres les interesaba proyectar aquel haz de luz sobre esa región concreta del mundo. ¿O quizá obedecía a otras razones?
Fuente: "Encuentro en montaña roja"; J.J.Benítez
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